El Poder del Vacío

Por Pablo Román Caballero

El vacío, con su aparente silencio y quietud, no es un estado de ausencia, sino el fundamento invisible de todo lo que existe. No es su carencia lo que lo hace sublime, sino su capacidad de abrir espacios infinitos para que lo posible tome forma. En el vacío, nacen las ideas, la luz viaja sin barreras, y el tiempo fluye como un río sereno. 

Así también son las respuestas de Dios: no son un abandono, sino un acto sutil de creación. Nos otorga el espacio y el tiempo necesarios para que la verdad emerja con claridad, permitiendo que veamos, con nuestros propios ojos, la realidad en su plenitud.

El vacío no desafía la existencia; la sostiene. Es en el colapso donde las estrellas encuentran su origen, en el silencio donde el sonido adquiere sentido, y en la carencia donde comprendemos la verdadera naturaleza de la plenitud. Solo al sentir que algo falta, somos capaces de valorar lo que es.

Cuando parece que no hay nada, cuando todo se reduce a un aparente vacío, es ahí donde ocurre la verdadera revelación. El vacío no es un abismo que nos devora, sino un espejo que nos devuelve aquello que siempre estuvo presente: nuestra esencia, nuestra fe, nuestra capacidad de crear sentido. En ese reflejo descubrimos que, lejos de ser la ausencia de todo, el vacío es el espacio donde todo comienza.

Te invito a meditar en ello antes de entregarte al sueño. En ese instante donde el bullicio del día se apaga y el vacío comienza a envolver tu mente, quizás descubras aquello que la prisa y la agitación habían oscurecido. A veces, es en el sosiego de la noche donde las verdades más profundas se revelan, no como gritos, sino como susurros que solo el alma tranquila puede escuchar.

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